martes, 24 de mayo de 2016

Planeta Urbano

Santiago, ciudad latinoamericana del mañana, hoy.
El día de hoy (24 de mayo de 2016) se anunciarán nuevas medidas en torno a la crisis de contaminación que está viviendo la Megalópolis del Valle de México, muy probablemente centradas en respuestas inmediatas y, si tenemos suerte, abarcarán algo más que el sector del transporte particular.

   Pero en realidad la situación debiera obligar a hacer una amplia reflexión, multidisciplinaria y con miradas de mediano y largo plazo, acerca del tipo de ciudades que estamos construyendo, hacia dónde van y sobre todo, hacia dónde debieran dirigirse.

   Conocemos algunos de los escenarios posibles que enfrentarán las metrópolis, como el cambio climático, el crecimiento y concentración poblacional, de manera que deberíamos ser capaces de ofrecer respuestas distintas, en vez de estar replicando, una y otra vez, los modelos que sabemos no funcionan.

   Ejemplo: que Monterrey y Guadalajara estén creciendo de la misma manera caótica, carente de planeación y centrada en el automóvil que lo ha hecho la Ciudad de México, habla mal de nuestra capacidad para aprender de los errores.

   Por eso nos pareció relevante retomar algunos de los temas que abordó el número de mayo de la revista Science en su dossier dedicado al Planeta Urbano, los cuales abarcaremos en las próximas semanas, a menos que otros temas más urgentes nos lo impidan.

   ¿Cuál es el tamaño del problema? 2007 fue el año que marcó un cambio sin precedentes: por primera vez en la Historia, más de la mitad de la población humana estaba viviendo en ciudades.

   Para 2014, 4 mil de los 7 mil millones de seres humanos habitábamos en metrópolis, y se calcula que para el 2050, dos de cada tres personas, es decir, 6 mil millones estaremos viviendo en una ciudad.

   De acuerdo con el INEGI, 78% de las y los mexicanos somos Homo urbanus.

   Como era de esperarse, el ritmo y calidad de las urbanizaciones no es homogéneo. Hasta hace unas décadas, la mayor parte de quienes habitaban en ciudades vivían en Europa y América del Norte.

   Sin embargo la tendencia ha cambiado drásticamente y para el 2030 la mayor parte de los residentes urbanos vivirán en Asia y África, en muchos casos en ciudades hacinadas, con escasez de servicios y asentadas en ecosistemas frágiles, como zonas costeras o selvas.

   Las consecuencias ambientales de esta hiper-urbanización ya son alarmantes. Las ciudades consumen grandes cantidades de alimentos, energía, agua y materiales.

   El área de los ecosistemas necesaria para proporcionar estos elementos esenciales es gigantesca, se calcula que la "huella ecológica" de una ciudad es 200 veces mayor que el área que abarca la propia ciudad.

   75% de la energía generada a nivel global se consume en las ciudades y, en consecuencia, éstas son responsables de entre 60 a 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

   Las metrópolis alteran el ambiente no sólo acaparando recursos, sino emitiendo contaminantes atmosféricos, aguas residuales y residuos domésticos en cantidades que asustan.

   Tan sólo los residuos domésticos de las ciudades equivalen a 1,300 millones de toneladas anuales, de acuerdo con el Banco Mundial, y cada año producimos 10% más que el anterior.

   En el tema del agua, la urbanización ha significado (en general) un cambio positivo en los servicios básicos: suministro, saneamiento, protección contra las inundaciones y control de la contaminación.

   El porcentaje de la población mundial que tenía acceso a agua de calidad en 2010 era de 96% en ciudades, contra 81% en zonas rurales; en cuanto al acceso al saneamiento había una diferencia de 79% en ciudades y 47% en el campo, de acuerdo con el reporte de la ONU "Agua para la vida".

   Pero este cambio en nuestra calidad de vida ha tenido un costo para los ecosistemas, pues entre los cambios más dramáticos que ocasionan las ciudades está la expansión de las superficies impermeables, que impide la infiltración a los acuíferos, altera el ciclo hidrológico a escala local y disminuye el suministro de agua a los ecosistemas acuáticos.

"Islas de calor" (gráfico de Science).
   Otro problema que emerge con la urbanización son las llamadas "islas de calor", pues las toneladas de cemento y asfalto absorben y luego irradian calor, haciendo los centros de las ciudades sensiblemente más calientes de día y de noche, modificando el clima a nivel local y contribuyendo al calentamiento global.


   Las ciudades, sin embargo, podrían aportar la solución a sus propios problemas: los residuos pueden ser una fuente estratégica de materiales y energía, el agua residual, una fuente de nutrientes para los cultivos, y la concentración poblacional puede implicar un suministro de servicios más eficiente, de bajo consumo energético.

   Darle la vuelta a las metrópolis para que sean el corazón de las sociedades sustentables es una tarea a la que no podemos renunciar, pues el planeta urbano llegó para quedarse y hay que saber qué hacer con él.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 24 de mayo de 2016.
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

jueves, 12 de mayo de 2016

Contingencia: el rey va desnudo

En el mundo de fantasía de la CDMX.
La crisis de contaminación que vivimos en el Valle de México, se parece cada vez más a la fábula del traje nuevo del Emperador, sólo que aquí hay multitud de reyes -y una que otra reina- que van desnudos y no lo notan.

   Ya los medios de comunicación, se encargaron de exhibir la escasa capacidad de las autoridades para aplicar las medidas que se suponían obligatorias: abundaron imágenes de obras de encarpetamiento, quema en tiraderos de basura a cielo abierto, vehículos de carga y de transporte de pasajeros ostensiblemente contaminantes.

   En el colmo, un par de industrias se negaron a dejar ingresar a los inspectores de Profepa que acudieron a verificar sus emisiones, y el día de la Santa Cruz no hubo poder, local o federal, que impidiera la quema de cohetes. Hasta el segundo día comenzaron a cerrarse las gasolineras que carecen de filtros, las cuales en realidad no deberían poder operar nunca.

   A pesar de haberse retirado de la circulación casi el 40 por ciento de los automotores, el Ozono alcanzó el pico de los 192 puntos. Y empezaron a aparecer datos tratando de explicar lo que estaba ocurriendo.

   Por ejemplo, comenzó a circular una nota del 2007 en la que el extinto Juan Camilo Mouriño afirmaba que estamos comprando gasolina de China.

   Aunque las autoridades se apresuraron en desmentir el señalamiento, lo que ya no pudieron negar es que Pemex importa y nos vende combustibles de menor calidad que los consumidos por nuestro principal socio comercial.

   Mientras la Agencia de Protección al Ambiente de Estados Unidos, EPA, exige gasolinas con una mezcla de 10 por ciento de etanol –que ayuda a reducir emisiones-, la norma mexicana sólo pide 2.7 por ciento de algún oxigenante, no necesariamente etanol.

   En cuanto al contenido de azufre, en octubre pasado se emitió una Norma emergente para que la gasolina Pemex Premium, que tenía entre 250 a 300 partes por millón, bajara a 30, máximo 80 ppm. Pero aún esta norma es laxa si se compara con las 15ppm que se admiten en Europa y las 8ppm de Estados Unidos.

   De acuerdo con el diario El Economista, por Ley, Pemex debió comercializar gasolina de ultra bajo azufre en todo el territorio nacional desde el 2009, pero no lo ha logrado y por ello mantiene un amparo.

   Por cierto, de acuerdo con un estudio de 2015 de la consultora Oliver Wayman, México es el sexto consumidor mundial de gasolinas, importa el 48 por ciento del combustible y los precios de venta, actualmente, son 20 por ciento más altos que en Estados Unidos. En resumen: pagamos mucho más por combustibles de menor calidad.

   También supimos que, como era de esperarse, el endurecimiento del Hoy No Circula aumentó las ventas de automóviles, peor aún, de autos usados, pues de acuerdo con la Asociación Nacional de Comerciantes del ramo (ANCA), al 28 de abril se había incrementado 10 por ciento la venta de vehículos de segunda mano en la Ciudad de México.

   Así que además de todo, corremos el riesgo de volver a “carcachizar” el parque vehicular, ya que el incentivo de la calcomanía cero se está perdiendo.

   Pero ¿cuál es la constante en todo esto que acabamos de describir? Que frente a la crisis ambiental, como en muchas otras cosas, existimos dos tipos de mexicanos: los de primera y los de segunda, los organizados y quienes no lo estamos.

   Están organizadas las armadoras de autos, los dueños de gasolineras y rutas de microbuses, las Cámaras industriales, los transportistas, las constructoras y desarrolladores, quienes hacen valer su poder económico y político y deciden qué tipo de desarrollo urbano se prioriza desde las políticas públicas. Y estamos desorganizados… todos los demás, en quienes se ha cargado el mayor peso de las medidas.

   Mientras que los intereses organizados apenas han sido tocados, los demás debemos prepararnos pues todo apunta a que las condiciones que estamos viviendo serán cíclicas, como señalaron investigadores del Centro de Ciencias de la Atmósfera quienes, en un comunicado de la UNAM, advirtieron lo siguiente: “es necesario informar a la población que los niveles altos (de ozono) se repetirán año con año durante los meses de calor, debido a que las condiciones meteorológicas no varían mucho, pues son procesos naturales...

   No obstante, añaden, las decisiones sobre el desordenado crecimiento de la ciudad, la mala planeación del transporte y la falta de inversión, entre otras, además de permitir la corrupción, sí es responsabilidad de las autoridades.”

   Sin embargo, poco podemos esperar de esas autoridades si seguimos desorganizados, pues aun con voluntad, es casi imposible que inclinen la balanza contra intereses tan poderosos, si no existe un contrapeso mayor: el de las y los ciudadanos exigiendo, de manera masiva, que se haga efectivo nuestro derecho a un ambiente sano y a una movilidad digna. Hace falta que comencemos a decir, colectivamente, en voz muy alta y firme, que el rey va desnudo por la calle.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 10 de mayo de 2016. 
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

jueves, 5 de mayo de 2016

Áreas Naturales Protegidas: la CNDH hace recomendación por omisiones

El 42% de las Áreas Naturales Protegidas de jurisdicción federal carecen de Programa de Manejo, de acuerdo con la extensa Recomendación General no. 26 emitida la semana pasada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

   Ello pone en riesgo, a decir de la propia Comisión, tanto la misión de estas áreas, es decir, la conservación del patrimonio natural de nuestro país, como la protección del Derecho Humano a un Ambiente sano.

   La recomendación de la CNDH a la CONANP, responsable de la emisión de los Programas de Manejo, así como a la SEMARNAT, autoridad encargada de publicarlos, va mucho más allá de un regaño por no realizar un trámite burocrático, pues estos documentos son realmente valiosos e importantes para garantizar la preservación de los ecosistemas del país y los derechos de quienes habitan cerca o dentro de estas áreas.

   Los Programas de Manejo son instrumentos que cuentan con información clave acerca de las ANP’s, como sus características biogeográficas, la problemática social y de conservación, así como las políticas y estrategias de conservación, las actividades y usos permitidos y los lineamientos para su manejo y administración.

   Por ello y de acuerdo con el artículo 65 de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, cada una de las ANP´s de competencia federal debe contar con un programa de manejo, por lo que no hacerlo implica el incumplimiento de la Ley.

   Sin embargo, de las 177 áreas protegidas federales decretadas, para marzo de 2016 sólo poco más de la mitad (102) contaban con programas de manejo formulado y publicado; 20 de ellas, es decir el 11%, tenía un programa elaborado pero sin publicar y 55 de ellas (el 31%) no contaban con el respectivo instrumento.

   La CNDH incluye en su recomendación a la SEMARNAT debido a su rezago en la publicación de los resúmenes y planos de ubicación de 20 ANP´s en el Diario Oficial de la Federación, pues además de las consideraciones ambientales de las que ya hablamos, la carencia de delimitaciones oficiales deja en la incertidumbre tanto a las autoridades responsables de su protección, así como a los propietarios, usuarios, vecinos y pueblos indígenas, que como no es difícil imaginar, suelen ser comunidades de por sí vulnerables.

   De acuerdo con el Centro de Derecho Ambiental, CEMDA, 26% de la superficie de las ANP’s se ubica en terrenos ejidales, comunales u otro tipo de centros de población.

   Además, en 80% de las ANP’s existe presencia de comunidades indígenas, pero justo en 29 Áreas Naturales donde hay comunidades indígenas, no se cuenta con el respectivo programa de manejo.

   La CONANP, por su parte, argumentó en su favor que en varios de los casos se carece de Programas de manejo bien porque el estado actual de algunas Áreas Protegidas se ha deteriorado tanto que ya no cumplen con sus funciones de preservación o carecen de presupuesto para su operación y vigilancia, por lo que están en proceso de abrogación, o bien por existir conflictos en la delimitación de sus polígonos.

   La CONANP añadió que la carencia de los Programas de manejo “no limita el que se lleve a cabo la adecuada protección, conservación, administración y manejo de las Áreas Naturales Protegidas”.

   Como respuesta, la CNDH le enmienda la plana a la CONANP al señalarle que esta opinión, donde los Programas de manejo parecen tener solamente un carácter secundario y meramente operativo, contrasta “ostensiblemente” con lo expuesto en el Programa Nacional de Áreas Naturales Protegidas 2014-2018, publicado por la SEMARNAT y la propia CONANP, en el cual se les describe como “instrumentos rectores de planeación y regulación que orientan el adecuado manejo y administración” de las ANP’s.

   La Comisión añade, ante el argumento circular del estado de degradación ambiental de varias de las ANP’s, que es “precisamente la inexistencia de instrumentos de planeación y regulación que establezcan las actividades permitidas y la delimitación precisa […] lo que ha contribuido a la degradación y/o perturbación de las mismas”, y urge a la CONANP a trabajar para que todas las ANP’s del país cuenten con sus respectivos planes de manejo.

   Es de esperarse que las autoridades ambientales acepten esta recomendación de la CNDH, que llega en un momento muy apropiado ante el embate de proyectos mineros, turísticos, de urbanización y construcción de infraestructura que poco o nada consideran, durante su puesta en marcha, el respeto por la naturaleza y las comunidades que dependen directamente de ella, y que quedan en situación de grave riesgo ante la carencia de instrumentos legales con los cuales defenderse.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 3 de mayo de 2016.
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).