jueves, 31 de marzo de 2016

Negando el cambio climático: algunos mitos

(Editorial del 26 de mayo del pasado año acerca de ciertas posturas que siguen negando el cambio climático y los mitos al respecto)


La semana pasada que estuvimos hablando de cambio climático, un seguidor de Primer Movimiento nos planteó una duda: ¿cómo afecta el Sol a otros planetas?



Vamos a tratar de responder esta cuestión y a relacionarla con algunos de los debates en torno a si los cambios actuales en el clima del planeta se deben a la acción humana o a cambios en el astro que circundamos.



Venus, la Tierra, y Marte son planetas muy similares: de roca, rodeados por una atmósfera, de tamaño similar y que orbitan cerca del Sol. Los tres se formaron hace unos 4,550 millones de años y probablemente compartieron infancias parecidas, con gran actividad volcánica que compuso sus atmósferas y probablemente con agua líquida en sus superficies, de acuerdo con Miguel Ángel López Valverde, del Instituto de Astrofísica de Andalucía.



En cambio, hoy en día Venus tiene una atmósfera casi cien veces más caliente que la de la Tierra y una superficie infernal arriba de los 500 grados Celsius. Por su parte, Marte es un planeta gélido y desértico, con una atmósfera muy delgada. Sólo la Tierra parece haber mantenido el agua líquida y agradables temperaturas que han permitido la evolución de la vida.



¿Por qué estas diferencias? Es cierto lo que dice el refrán acerca de que el Sol sale para todos, pero no tiene el mismo efecto en todos, ¿de qué depende?



Un factor fundamental es el efecto invernadero que depende de la composición química de la atmósfera, es decir, de los gases presentes en ella y de su capacidad para atrapar parte de la energía solar que llega al planeta y que es re-irradiada o rebotada por la superficie planetaria hacia el espacio.



En la Tierra los principales gases de efecto invernadero son el vapor de agua y en segundo lugar el dióxido de carbono; que juntos incrementan la temperatura global del planeta 15º C. En Marte el efecto invernadero actualmente es muy débil y el planeta es helado y en Venus el efecto invernadero, debido a las grandes concentraciones de dióxido de carbono, hace del planeta un infierno que ni Dante hubiera previsto.



Otro factor es la radiación solar que se relaciona con la inclinación del eje de rotación, Marte tuvo cambios muy bruscos bruscos en la inclinación de su eje que afectaron su temperatura. La Tierra está más cerca del Sol y tiene a la Luna, que le da gran estabilidad a su órbita, por lo que ha estado libre de cambios extremos.



Y finalmente está el ciclo del carbono. En la Tierra el carbono circula a través de los océanos, de la atmósfera y de la superficie y el interior terrestre, en un gran ciclo biogeoquímico. En los planetas vecinos el ciclo del carbono se perdió hace mucho tiempo haciéndolos inhóspitos para la evolución de la vida.



Y a propósito, queremos hablar de dos mitos en torno al calentamiento global actual:



  1. La culpa la tiene el Sol



Dado que el Sol es el mayor proveedor de energía de nuestro planeta, cualquier cambio en las emisiones de radiación solar afecta el balance energético de la superficie terrestre.



Pero durante los últimos 35 años, el Sol ha mostrado una leve tendencia hacia el enfriamiento, de acuerdo con datos de Natalie Krivova del Instituto Max-Planck. En sentido contrario, las temperaturas globales en la Tierra han aumentado, de acuerdo con el Índice de Temperatura Global Tierra- Océano de la NASA, por lo que los científicos concluyen que el sol no puede ser la causa del reciente calentamiento global.



  1. Se aproxima una nueva Era del Hielo



Hace pocos siglos, el planeta experimentó un periodo conocido como Pequeña Edad de Hielo, el cual coincidió con un periodo de baja actividad solar llamado Mínimo de Maunder, en el cual las manchas solares prácticamente desaparecieron. Se cree que los principales causantes fueron una combinación de baja actividad solar y gran actividad volcánica que ocasionaron cambios en la circulación de las corrientes oceánicas y afectaron las temperaturas, en especial de Europa.



Observando la actual actividad solar, cabe preguntarse ¿nos estamos dirigiendo hacia otro Mínimo de Maunder? De acuerdo con Ilya Usoskin, de la Universidad de Oulu en Finlandia, predecir la actividad solar futura es problemático pues los mínimos y máximos solares ocurren en un proceso estocástico -es decir, no determinista-.



Pero digamos que sí, que entraremos en una Pequeña Era del Hielo. Se estima que la temperatura podría descender 0.1° grados C, con un valor máximo posible de 0.3°C, mientras que el calentamiento global por emisiones de GEI será de entre 3.7 grados C a 4.5 grados C, dependiendo de cuánto CO2 emitamos a lo largo del siglo XXI. Así que no parece que nos vaya a ser de gran ayuda este pequeño enfriamiento.



La velocidad a la que estamos modificando la química atmosférica no tiene precedentes, y menos frente a los últimos diez mil años que habían sido especialmente estables en términos climáticos, un factor clave para el surgimiento de la civilización humana, factor que estamos modificando amplia y rápidamente, en detrimento de nuestra propia existencia.

400 partes por millón: otro récord del que no podemos estar orgullosos

(Editorial del 19 de mayo del año pasado sobre los altos niveles de CO2 en la atmósfera)

Las alarmas están prendidas entre los científicos del clima y no parece que se vayan a apagar: por primera vez desde que comenzaron los registros continuos de los niveles de dióxido de carbono en la atmosfera, éstos superaron las 400 partes por millón a nivel mundial, según los datos de marzo publicados por la NOAA.

Las emisiones de CO2 son el principal motor del cambio climático y han aumentado más de 120 partes por millón desde los tiempos pre-industriales. En ese intervalo de tiempo el planeta se ha calentado 16.88 grados Celsius.

Esta no es la primera vez que el límite de las 400 ppm es noticia. En mayo de 2013, las mediciones de CO2 tomadas en el observatorio de Mauna Loa superaron esta frontera por primera vez, y el año pasado volvió a ocurrir entre los meses de marzo y mayo.

Lo que hace que este registro rompa un nuevo récord es que esta vez la medición se extiende más allá de Mauna Loa en Hawai, pues incluyó las lecturas de otros 39 sitios en todo el mundo, pintando un cuadro preocupante de incremento de los gases de efecto invernadero, sin que existan signos de desaceleración.

Estas concentraciones probablemente se mantendrán por encima de la marca de las 400ppm hasta mayo, cuando la floración de las plantas en el hemisferio ayuda a absorber parte de las emisiones.

Ahora bien, la pregunta es ¿cómo esperamos tener un escenario diferente, si los políticos mantienen el business as usual, es decir, las políticas energéticas que nos han conducido a este punto?

Por ejemplo, apenas en enero de este año el Senado de Estados Unidos discutió la necesidad de adoptar políticas para disminuir las emisiones de la potencia mundial, y por primera vez los senadores reconocieron que el cambio climático no es un mito –bueno, casi todos, el senador de Missisipi se mantuvo en el medioevo votando en contra-.

Pero los señores senadores no pudieron dar el siguiente paso, pues en otra votación se resistieron a reconocer que el cambio climático es ocasionado por las emisiones producto de la actividad humana.

De acuerdo con un artículo de The Guardian, hace 27 años el Dr. James E. Hansen, un científico de la NASA, acudió ante este cuerpo legislativo para testificar, bajo palabra, que la agencia tenía un 99% de certeza respecto a la relación en el aumento de las temperaturas globales con el incremento en la quema de combustibles fósiles. Y por lo visto, le faltó un micrófono más potente porque no parece que lo hayan escuchado.

En México no cantamos mal las rancheras, valga la expresión. Aunque el país suscribe cuanto acuerdo de reducción de emisiones se le pide, envía puntualmente las comunicaciones respectivas y hasta ha albergado alguna de las Conferencias de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, al revisar las políticas energéticas resulta que no hay tanta diferencia entre los dichos de los senadores norteamericanos y los hechos concretos en nuestro país, pues se sigue postergando el necesario tránsito del país hacia las energías renovables y nuestro Producto Interno Bruto continúa acoplado al petróleo.

Un informe del 2013 de la Secretaría de Energía calculaba llegar –apenas- al 35% de producción de energía eléctrica con ‘tecnologías limpias’ en el 2024, mientras que Finlandia llegará a una cifra un poco mayor dentro de 5 años y Austria rebasó el 32% en el 2012, de acuerdo con un reporte de la Agencia Ambiental Europea.

Así las cosas, parece que no está de más pedir que se pase del discurso a la acción en este tema y dejemos la lógica del desarrollo basado en hidrocarburos, que además se están convirtiendo en bienes escasos. Eso, para prevenir que, como nos ha ocurrido tantas veces en nuestra historia reciente, terminemos importando tecnologías, generalmente las que ya van de salida, porque son las más baratas, y tratando de competir con quienes nos llevan décadas en la innovación y la reconversión de sus modelos de desarrollo.

Una de cada seis especies en el mundo se enfrenta a la extinción debido al cambio climático

(Editorial del 5 de mayo de 2015. En esta ocasión se habló de las extinciones de especies asociadas al cambio climático)

Un estudio publicado en la revista Science el pasado primero de mayo calcula que una de cada seis especies de plantas y animales que habita en el planeta se encuentra en peligro de extinción si no se toman medidas urgentes para detener el cambio climático.
Como las predicciones actuales de riesgos de extinción por el cambio climático varían ampliamente, dependiendo de los supuestos específicos y el enfoque geográfico y taxonómico de cada estudio, Mark Urban, autor del artículo e investigador del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Connecticut, consideró 131 estudios de otros autores, con predicciones basadas en diversos escenarios, para estimar una tasa media de extinción global.
Los resultados indican que el riesgo de extinción asociado al cambio climático no sólo aumentará, sino que se acelerará conforme las temperaturas globales aumenten, y que el peligro será mayor para América del Sur, Australia, y Nueva Zelanda, sin importar el grupo taxonómico de que se trate.

Estas regiones son especialmente frágiles y valiosas gracias al elevado número de especies endémicas que habitan en ellas, es decir, de especies que no existen en ningún otro lugar del planeta.
Estos grandes territorios aislados han permitido la evolución de especies únicas, adaptadas a condiciones muy particulares, pero al mismo tiempo, frente al cambio climático estas especies se encuentran en desventaja porque será muy difícil o imposible que migren hacia zonas menos cálidas.
De acuerdo con el estudio, incluso si los gobiernos se las arreglan para mantener el incremento en la temperatura global en sólo dos grados Celsius, una de cada 20 especies, es decir, al menos el 5.2 por ciento de la biodiversidad mundial, todavía se enfrentaría a la extinción.
El estudio también destaca que incluso para los animales y las plantas que evitarán la extinción, el cambio climático podría provocar cambios sustanciales en su número y distribución.
Una pérdida tan grande sería una tragedia con consecuencias graves para las personas y para los ecosistemas. Entrevistado por el periódico The Guradian, Mark Urban advirtió que esas pérdidas “afectarían nuestra economía, nuestras culturas, la seguridad alimentaria y nuestra salud.”
La presión hacia la vida silvestre y su hábitat ocasionada por el calentamiento global se suma a otros factores como la deforestación, la contaminación y la sobrepesca, que ya han ocasionado la pérdida del 30 por ciento de los animales del mundo en los últimos 40 años, de acuerdo con el Índice Planeta Viviente publicado en septiembre del 2014 por la WWF y la sociedad zoológica de Londres.
En el caso de México, se han contabilizado 3,563 especies en alguna categoría de riesgo, ya sea en listas de la norma 059- SEMARNAT-2001, del convenio CITES o de las listas rojas de la UICN, sobresaliendo en dichas listas los grupos de plantas con y sin flores, así como los vertebrados terrestres como reptiles, aves y mamíferos, de acuerdo con el Cuarto Informe Nacional de México al Convenio sobre Diversidad Biológica.
De acuerdo con este documento, entre las principales amenazas a la biodiversidad destacan la transformación del hábitat, la sobreexplotación de especies, la contaminación de los ecosistemas, la introducción de especies invasoras y el cambio climático.
Estas amenazas están vinculadas y se suman, por ejemplo, 30.5 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero del país están asociadas a las actividades de cambio de uso del suelo, que a su vez se relacionan con procesos de deforestación.
Cabría esperar que la dura advertencia de estos estudios acerca de la escala del impacto que el calentamiento global y la actividad humana está tenido en las poblaciones de animales y plantas, empujará a mejorar las decisiones que tomen los gobiernos de las casi 200 naciones que se reunirán a fin de año en París, durante la Cumbre Climática de la ONU. Pero es buena idea que la sociedad civil se organice y presione para que estas reuniones no queden únicamente en un buen negocio de las aerolíneas y las agencias de viajes.

Divide y vencerás: cómo separar los residuos domésticos

(Editorial del 7 de abril del pasado año. En él se analizaron cuestiones relacionadas con la correcta separación y reciclaje)

Lo primero que debemos hacer es distinguir entre basura y residuos. En la naturaleza, la basura no existe, todo lo que desecha cualquier ser vivo es aprovechado por otros organismos, nada se desperdicia y con el tiempo todo y todos nos incorporaremos a los ciclos de los ecosistemas.
Ahora bien, los humanos hemos desarrollado materiales que difícilmente se incorporan a estos ciclos, como los plásticos, o bien desechamos materiales a una velocidad tan acelerada que los sistemas naturales no los pueden incorporar rápidamente a los ciclos de degradación. Los desechos de nuestras actividades cotidianas, todos revueltos e inútiles se llaman basura. Pero cuando los dividimos para poder reutilizarlos o reciclarlos, se les llama residuos. El reciclaje permite aprovechar materiales, ahorrar agua y energía y disminuir la extracción de nuevos recursos.
De acuerdo con la Ley De Residuos Sólidos del Distrito Federal, publicada en el año 2003, en la ciudad se consideran dos tipos de residuos sólidos: los orgánicos, que son biodegradables, y los inorgánicos, que son todos los demás y que pueden ser valorizados para su reutilización y reciclaje.
Esta es una clasificación completamente rebasada por la realidad, pues algunos de los residuos inorgánicos no tienen cadenas de reciclaje y comercialización en México, como las envolturas metálicas y casi todos los plásticos, además no existe un apartado para los residuos sanitarios como pañales, toallas o condones, así que en la categoría “inorgánicos” terminamos revolviendo materiales útiles y reciclables con desechos no reciclables y con otros que los contaminan, lo que vuelve difícil la separación, provoca que se desperdicien materiales y se pone en riesgo la salud de las y los trabajadores que realizan la famosa “pepena”.
En términos generales, lo correcto sería dividir los residuos en orgánicos, reciclables, no reciclables y sanitarios, e idealmente los materiales no reciclables deberían ir desapareciendo, hasta llegar a un sistema de Basura cero, donde todo lo que consumimos se diseñara de antemano para poderse reutilizar, reparar o reciclar.
Ciudades como San Francisco, Austin y Oakland están a una década de alcanzar este ideal, mientras que países como Suecia han logrado que sólo uno por ciento de sus residuos domiciliarios lleguen a rellenos sanitarios.
Mientras tanto en México… apenas reciclamos el 11 por ciento de nuestros residuos, de acuerdo con un comunicado de la SEMARNAT de mayo del 2013, y eso siendo muy optimistas pues la cifra varía dependiendo del tipo de material de que se trate.
Por ejemplo, 57 por ciento del PET, es decir, el plástico de las botellas de agua, y una cifra similar del papel que se usa en México, se recicla, de acuerdo con las empresas del ramo.
Pero otros materiales no corren con la misma suerte, por ejemplo, casi ningún otro tipo de plástico se recupera y en algunos casos ni siquiera existe una industria para ello, por lo que sólo se recicla el 15 por ciento de las seis millones de toneladas de plásticos que se consumen al año en México, de acuerdo con cifras del 2011 de la Asociación Nacional de las Industrias del Plástico (ANIPAC).
Ante este panorama, en la UNAM el PUMA y la Dirección General de Obras instalamos un sistema piloto de Residuos Sólidos que ya funciona en las Facultades de Ciencias, Veterinaria y en el nuevo Edificio de Posgrado, con divisiones para Orgánicos, Papel y cartón, Botellas de Plástico, Vidrio-Tetrapack y latas –todo esto en un solo contenedor-, y el bote de Otros, donde va todo lo que no se puede reciclar actualmente. Además en los baños se colocan botes para residuos sanitarios, excepto el papel de baño que debe colocarse en el escusado.
Los residuos se mantienen separados en los contenedores y luego en los centros de acopio. Finalmente, los orgánicos se envían a la planta de composta de la UNAM, los reciclables se los llevan empresas especializadas y solamente los Otros y los Sanitarios se van al relleno.
Con ello se busca pasar del actual modelo, en el que enviamos 84 por ciento de nuestros residuos al relleno, a mandar solamente 32 por ciento, lo que representará ahorros para la Universidad, evitará el desperdicio de materiales, formar ciudadanos más responsables con sus residuos y pondrá el ejemplo para mejorar los sistemas de manejo y disposición en el país.
Como ven, este es un caso en el que queda muy claro el viejo refrán que dice “divide y vencerás”.
Finalmente, les queremos hacer la invitación para que consulten nuestro canal de YouTube y vean el video que sobre este tema elaboró el equipo de Educación Ambiental del PUMA. La dirección es www.youtube.com/PUMAmbiente

Áreas Naturales Protegidas de México, país de las maravillas

(Editorial del programa emitido el 31 de marzo del pasado año sobre las áreas naturales de México)
 
México alberga el 10% de biodiversidad mundial.
Les vamos a dar un rápido recorrido por las Áreas Naturales Protegidas de nuestro país, con la intención de que se les antoje visitar alguna y puedan conocer un poco de las maravillas que se conservan en ellas.
Gracias a su privilegiada posición geográfica, sus variados climas y su compleja topografía, en nuestro país se ha diversificado y habita una enorme riqueza biológica. México es parte del selecto grupo de 17 naciones clasificadas como megadiversas, por concentrar el 70 por ciento de la diversidad mundial de especies.
El territorio nacional es hogar de entre el 10 y 12 por ciento de la biodiversidad mundial, una parte importante de la cual se conserva en el sistema nacional de Áreas Naturales Protegidas.
Las ANP’s son el mecanismo más importante de conservación que tienen los diferentes niveles de gobierno para proteger la biodiversidad y a los ecosistemas. Son zonas del territorio o de las aguas nacionales sometidas a algún régimen de protección donde se restringen ciertas actividades, como la urbanización, la instalación de infraestructura, la tala o la explotación de recursos naturales, y donde se establecen programas de manejo, conservación y uso sustentable de la biodiversidad.
Actualmente las ANP’s abarcan poco más de 25 millones de hectáreas, es decir cerca del 12 por ciento del territorio nacional, marino y terrestre, estas áreas se encuentran bajo algún esquema de protección como Reservas de la Biosfera, Parques Nacionales, Monumentos Naturales, Áreas de Protección de Recursos Naturales, Áreas de Protección de Flora y Fauna y Santuarios, lo que implica diferentes usos permitidos y diseño de los planes de manejo.
En total se han decretado176 ANP’s, principalmente 61 Parques Nacionales y 41 Reservas de la Biosfera.
Las Reservas de la Biosfera son una modalidad muy importante porque están diseñadas para resguardar regiones que habitan especies representativas de la biodiversidad nacional, muchas de ellas endémicas, es decir, que no existen en ninguna otra parte del planeta. Dentro de ellas se establecen zonas núcleo, con las mayores restricciones de uso, y zonas de amortiguamiento, en las cuales están permitidas ciertas actividades económicas y aprovechamientos de los recursos naturales, siempre y cuando sean sustentables y se atengan a planes de manejo, como el ecoturismo.
Esto tiene una explicación: con el tiempo el modelo de conservación que se basaba en “no tocar” ha quedado rebasado al entenderse la importancia de la participación de las comunidades locales en la conservación activa de la biodiversidad contenida en las ANP’s, pues además, en nuestro país, muchos de los ecosistemas mejor conservados se encuentran en territorios propiedad de ejidos o comunidades, o coinciden con territorios de pueblos indígenas.
Además de la conservación de especies, las ANP’s nos brindan diversos servicios ambientales, como purificar el aire y el agua, mitigar las sequías e inundaciones, conservar y nutrir los suelos, mantener el ciclo hídrico y de nutrientes, conservar a los polinizadores y a los dispersores de semillas y ser un importantísimo sumidero de carbono, además de regalarnos paisajes y escenarios naturales incomparables.
Y ahí les van recomendaciones de ANP’s que podemos visitar: la reserva de la biosfera de Tehuacán-Cuicatlán, donde existe un jardín botánico de cactáceas manejado por la comunidad y donde puede ver volar parvadas silvestres de guacamayas; la reserva de los Tuxtlas en Veracruz, donde está una estación biológica de la UNAM con un pequeño museo y donde, con suerte, podrá ver a los monos aulladores y guacamayas que ha reintroducido el Instituto de Biología, el Parque Nacional Laguna de Monte Bello en Chiapas con las aguas más azules que se pueda imaginar, y Banco Chinchorro, una zona arrecifal privilegiada en Quintana Roo, y muchas más que se pueden consultar en la página de la Comisión de Áreas Naturales Protegidas (http://www.conanp.gob.mx/)
Sólo un comentario antes de su visita: en estas zonas se realiza un pago de derechos, pues administrar estás áreas no resulta una tarea sencilla y, mucho menos, barata; se requieren grandes cantidades de recursos económicos para ello. Su pago se usará íntegramente en las mismas áreas que captan el recurso, además generalmente son precios accesibles y es la forma más sencilla en que todos podemos contribuir a la conservación de la naturaleza.
Y la segunda recomendación: no se lleve nada que no sean fotografías y gratos recuerdos, y no deje nada que no sea su admiración y respeto por las comunidades, la biodiversidad y las maravillas que encuentre ahí.

El acuerdo China - Estados Unidos contra el cambio climático, ¿de lo bueno, poco?

(Editorial del 18 de noviembre de 2014 en el que se habló del acuerdo climático China-EEUU)

Vamos a volver a tocar el tema del calentamiento global porque hay nuevas noticias que, en principio, parecen alentadoras: resulta que los presidentes de las dos naciones más contaminantes del mundo por fin están de acuerdo en la necesidad de actuar contra el cambio climático.
Sin duda, la firma el pasado 12 de noviembre de un convenio para reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero por parte de los presidentes de Estados Unidos y de China es histórica, dado que ambas potencias se habían negado sistemáticamente a signar acuerdos como el Protocolo de Kyoto, a pesar de ser los países responsables del 40% de las emisiones globales de dichos gases.
Sin embargo, surgen dos preguntas, ¿qué fue exactamente lo que acordaron las dos superpotencias? y ¿será suficiente para evitar que el calentamiento global llegue a un punto catastrófico en las próximas décadas?
El convenio prevé que para el año 2025 los Estados Unidos recorten sus emisiones entre 26% y 28% con respecto a los niveles del 2005. Los plazos de la nación más poderosa del mundo se basan en planes quinquenales de reducción, es decir, en metas que deben cumplirse en forma escalonada cada 5 años.
De acuerdo con Barack Obama, “esta es una meta ambiciosa, pero alcanzable” que pone a los Estados unidos en el camino de alcanzar las reducciones que la comunidad científica ha colocado como meta.
Por su parte China, que ya es el mayor emisor en mundial, seguirá incrementando sus emisiones hasta alcanzar un pico máximo en el 2030, o antes, de ser posible, fecha en la que iniciará su reducción. Es la primera vez que Pekín se fija un plazo para iniciar la reducción de sus emisiones.
El acuerdo parece positivo porque significa que, junto con Europa, los tres mayores emisores ya colocaron en la mesa compromisos y cifras concretas de cara a la reunión de la COP20 que se celebrará en Lima el próximo diciembre. Además estos compromisos "fuerza a otros países, como Australia, Canadá, Brasil, India o Rusia a moverse", de acuerdo con Teresa Ribera, directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales.
Ahora bien, entre las dificultades que encontrará la puesta en marcha efectiva de estos compromisos, destaca la dependencia de China hacia la quema de carbón, que actualmente contribuye con más del 70% de la energía en la que esta nación ha basado su rápido crecimiento económico, de acuerdo con el número especial que la revista Scientific American publicó el mismo 12 de noviembre,
La instalación de cientos de nuevas plantas de energía basadas en la quema de carbón durante la última década es la clave para entender cómo China superó a los Estados Unidos como el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero.
Aunque si bien China es el principal emisor, Europa y Estados Unidos son los principales consumidores de las mercancías que produce el gigante asiático, así podemos decir que, más que reducir emisiones, occidente las ha trasladado, al menos en parte, hacia China, y al final del día para la atmósfera planetaria es igual en dónde se produzcan las emisiones, pues lo que cuenta es la cantidad. De manera que otro obstáculo está relacionado directamente con los niveles de consumo de dichas naciones.
En todo caso resulta alentadora la intención de los chinos de apostar a las energías renovables, como parques eólicos, presas hidroeléctricas y el impulso a la energía solar. De hecho, en 2013 por primera vez en la historia se añadieron más fuentes de energía limpia que de combustión fósil a la red eléctrica china, pero aún así la meta planteada resulta modesta, pues el compromiso significa que estas energías representarán el 20% para el 2030, cuando Europa estará alcanzando casi el 30%.
En el caso de Estados Unidos, uno de los mayores obstáculos será político, pues la administración Obama sufrió un enorme descalabro electoral que debilitará su capacidad de obligar a las industrias locales a reducir emisiones, y probablemente significará la pérdida de la presidencia por parte de los demócratas en el 2016, para dar paso a los republicanos, que es el partido de los “negacionistas” del cambio climático en el vecino del norte.
Además, el nuevo acuerdo no es en absoluto lo suficientemente ambicioso para alcanzar los objetivos de reducción establecidos en el informe más reciente del IPCC. De acuerdo con Chris Hope, de la Universidad de Cambridge, aún con este acuerdo es poco probable que podamos evadir el incremento de la temperatura media global por debajo de los 2°C que la comunidad científica ha puesto como límite para el 2100. Lo más probable es que el aumento será de 3.8°C, de acuerdo con el investigador.
En otras palabras, aún queda mucho por hacer y ciertamente, en este caso, de lo bueno necesitamos más, bastante más.

Emisiones cero en el año 2100, ¿será demasiado tarde?

(Editorial del 11 de noviembre. El tema fue la reducción de emisones globales de gases de efecto invernadero)


El primer domingo de noviembre, la Organización de las Naciones Unidas presentó en Copenhague, Dinamarca, la síntesis de uno de los mayores informes científicos  de la historia, el quinto reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático que reunió el trabajo de 800 investigadores de todo el mundo y abarcó la revisión de 30,000 artículos acerca de los más diversos aspectos del calentamiento global.
La síntesis no deja lugar para la duda, estamos ante el último llamado para reducir, drásticamente, nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, pues como lo señaló  Michel Jarraud, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, a partir de este informe “la ignorancia ya no puede ser un argumento para justificar la inacción”.
Durante la presentación ante la prensa mundial, los líderes del IPCC y de la ONU fueron enfáticos, ya no podremos parar el cambio climático que está en marcha, pero debemos lograr que la temperatura no se incremente más allá de 2° Celsius, que es el umbral señalado por la ciencia y acordado por los gobiernos para evitar un cambio climático devastador. Actualmente la temperatura planetaria ya tuvo un incremento de .85°C durante el último siglo, de acuerdo con el propio IPCC.
Ahora bien, el llamado del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, para que las emisiones de Gases de Efecto Invernadero derivadas de las actividades humanas  queden “reducidas a cerca de cero o incluso menos para el año 2100" de acuerdo con las recomendaciones finales del estudio parecen, valga la expresión, anti-climáticas, la meta nos puede resultar muy lejana pues ciertamente ninguno de nosotros verá su cumplimiento.
Sin embargo, ése es parte de un plan de varias etapas que contempla, en principio, frenar en esta década el incremento de las emisiones, y reducirlas entre 40 ó 70 por ciento hacia la mitad del siglo y a cero hacia el final, para dar tiempo al desarrollo e instalación de tecnologías energéticas sustentables y desacoplar la producción y el sistema económico en general de la dependencia de combustibles fósiles, si queremos evitar un cambio climático catastrófico.
Los plazos parecen muy laxos ante la gravedad de las evidencias, pero aún la más elemental de éstas metas, es decir, parar el incremento de emisiones, resulta difícil pues a pesar de la firma del Protocolo de Kyoto y un sinnúmero de reuniones internacionales, acuerdos y compromisos, la misma no se ha logrado cumplir, en buena medida porque uno de los principales emisores, Estados Unidos, se negó sistemáticamente a participar.


Sin embargo, como señaló el propio Ban Ki Moon, "existe el mito de que la acción climática nos va a costar mucho, pero si no actuamos nos costará más”.
Por ejemplo, un estudio de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences publicado el año pasado indica que al menos 1,700 ciudades y pueblos a lo largo de toda la costa de los Estados Unidos se encontrarán bajo el nivel del mar antes del final de este siglo.El estudio también concluye que si no disminuyen en forma inmediata las emisiones de gases de efecto invernadero, al menos 80 de ésas ciudades quedarán debajo de dicho nivel durante esta década. Entre las más vulnerables se encuentra Miami, Virginia Beach, Sacramento y Jacksonville, así como buena parte de la acaudalada región de los Hampton, en Nueva York.
Tan sólo la elevación del nivel del mar le costará a la unión americana entre 270 y 475 mil millones de dólares por cada metro aumentado, de acuerdo con un estudio de Nature Climate Change publicado en el 2013.
El grado de vulnerabilidad, como siempre, dependerá de la geografía y las características económicas de las poblaciones, pero es un hecho que las pérdidas serán millonarias y, tal vez, incosteables.
EL presidente del IPCC, el Dr. Rajendra Pachauri señaló, también durante la presentación del informe, que la humanidad posee “los medios para limitar el cambio climático", pues “las soluciones son muchas y permitirán el desarrollo económico y humano. Todo lo que necesitamos es la voluntad de cambio, y confiamos en que será motivada por el conocimiento y la comprensión de la ciencia del cambio climático”.
Y nos debe quedar claro a los ciudadanos, como hemos mencionado en otras ocasiones, que la susodicha voluntad solamente surge en los políticos gracias a la presión de una sociedad informada y organizada. El tiempo corre en contra nuestra y es necesario actuar ahora, por el futuro de todas y todos.

Existen enormes resistencias por parte de la industria petrolera, la cual prácticamente ha conducido la política pública de esta potencia mundial en el tema energético durante décadas.

EcoPUMA, la estrategia de universidad sustentable de la UNAM


(Editorial del 16 de septiembre en el que se habló de la estrategia de sustentabilidad de la UNAM)

Como algunos de los temas que hemos abordado en este espacio resultan un tanto desalentadores, queremos levantar un poco el ánimo, contándoles también historias esperanzadoras relacionadas con lo que se está haciendo o se puede hacer para modificar el rumbo al que nos está llevando la actual crisis ambiental global.
No es gratuito que en chino, la palabra ‘crisis’ tenga dos caracteres, uno que significa “peligro” y el otro, “oportunidad”.
Retomando esta dualidad, en esta ocasión hablaremos de las acciones que está realizando la UNAM para convertir este momento de crisis en una oportunidad para el cambio, para moverse como institución y ser ejemplo de sustentabilidad, tanto en sus tareas sustantivas como en la operación cotidiana de nuestra casa de estudios.
Al igual que otras Universidades y Centros de Investigación, la UNAM se cuenta entre los primeros lugares que detectan y analizan las transformaciones de escala global que está provocando la actividad humana en prácticamente todos los sistemas y ciclos naturales del planeta. Siendo así, debemos actuar en consecuencia con lo que estamos descubriendo y estudiando pues, para decirlo rápido, no podemos hacernos de la vista gorda respecto de los graves problemas ambientales del planeta.
Resulta obligado entonces que en la Universidad de la Nación se reflexione sobre la necesaria evolución de los actuales modelos de pensamiento, de producción de conocimientos y de desarrollo, que ésta reflexión llegue a los contenidos de los planes y programas de estudio con los que se forma a las nuevas generaciones de profesionistas, y que los conocimientos que se producen aquí sirvan como guía para modificar el funcionamiento de la propia universidad.
La UNAM ha realizado múltiples esfuerzos en este sentido, desde hace varias décadas, además de buscar cómo disminuir su impacto ambiental y hacer un uso más eficiente de sus recursos, pero hasta hace pocos años no tenía una estrategia integradora que coordinara, impulsara y diera seguimiento a estas acciones.
La Estrategia de Universidad Sustentable EcoPUMA surgió con ése fin, para articular y potenciar todos estos esfuerzos, evaluar los resultados de nuestras acciones y multiplicar las prácticas sustentables, tanto dentro como fuera de nuestra casa de estudios.
En esta estrategia participan escuelas, facultades, centros e institutos de todos los niveles educativos que atiende la UNAM, así como las diversas áreas operativas, administrativas y de servicios que atienden a la comunidad universitaria.
Nuestra casa de estudios ha incorporado la dimensión ambiental en sus tareas sustantivas, de Educación, Investigación y Difusión de la cultura. Por ejemplo, en los últimos años ha realizado un gran esfuerzo para diseñar y abrir once nuevas licenciaturas que llevan como eje la responsabilidad ambiental y la sustentabilidad.
Asimismo, existen al menos 944 asignaturas con esta temática, además de un número muy importante de diplomados, talleres y seminarios. Nos alegra mucho decir que existen decenas de organizaciones estudiantiles que tienen entre sus objetivos los temas ambientales y de la sustentabilidad.
En lo que respecta a la operación cotidiana, la estrategia EcoPUMA está organizada en ocho ejes: agua, energía, residuos, movilidad, áreas verdes, consumo responsable, administración electrónica y construcción sustentable.
Poco a poco iremos detallando los diversos proyectos que se están llevando a cabo, pero podemos mencionar algunas de las muchas actividades que realiza la UNAM por la sustentabilidad y el ambiente.
En el tema de áreas verdes, nuestra casa de estudios es la única en el mundo que tiene dentro de su campus central una Reserva Ecológica, la del Pedregal de San Ángel, además de tener dos estaciones que estudian y protegen las Áreas Naturales de Chamela y los Tuxtlas. También se han instalado cuatro “azoteas verdes” en Ciudad Universitaria y el campus Morelia.
Para mejorar el manejo de residuos, se diseñó un nuevo sistema que ya se probó en las Facultades de Ciencias, Veterinaria, y el nuevo Edificio de Posgrado. El objetivo es que en lugar de enviar al relleno sanitario 84% de los residuos que producimos, enviemos solamente 30% y se aproveche lo demás en cadenas de reciclaje y composta.
Además la UNAM es pionera en temas de movilidad, Ciudad Universitaria se diseñó fundamentalmente con carácter peatonal,; y actualmente funciona Bicipuma, que es un sistema de préstamo gratuito de bicicletas, por cierto anterior al ‘boom’ ciclista en el DF, y también funciona el Pumabús, que es un servicio de autobuses gratuitos dentro de CU.
En el tema de energía, este año inauguramos el sistema de calentamiento solar de la Alberca Olímpica, una de las más grandes del país, se sustituyó el alumbrado del Estadio y se han ido sustituyendo luminarias en los circuitos vehiculares.
En la cuestión hídrica, están en marcha el Programa Universitario de Manejo, Uso y Reuso del Agua, PUMAGUA, así como la Red del Agua que reúne a 750 especialistas, y comenzó a funcionar un sistema de captación de agua pluvial para consumo humano en el Edificio de Programas Universitarios, al que llamamos “jugo de nube” y con el que nos hacemos nuestro café todos los días.
La lista aún es larga, pero lo más importante que quisiéramos dejarles como reflexión del día de hoy, es que el cambio hacia la sustentabilidad es posible con trabajo en equipo, sumando voluntades y creatividad, para pasar de la palabra ‘crisis’ a la palabra ‘oportunidad’.

martes, 29 de marzo de 2016

Basura electrónica, un nuevo tipo de contaminante


(Editorial del día 21 de octubre del 2014. En él se trató el tema de la basura electrónica).

El lastre detrás de la innovación
Hoy vamos a platicar acerca de un nuevo tipo de basura que parece invadirnos: los residuos electrónicos, qué son, qué podemos hacer con ellos y cómo generar menos.

   Sin lugar a dudas, la tecnología ha mejorado muchos aspectos de nuestra vida, en buena medida gracias al uso de aparatos eléctricos y electrónicos. Ahora nos parece casi imposible vivir sin refrigeradores, radios, televisores, computadoras, pilas ó celulares. Y si bien es cierto que todos estos objetos nos traen beneficios, también lo es que su consumo y sobre todo, su constante reemplazo, tiene consecuencias en el ambiente y en nuestra salud.

   Debido al uso de múltiples sustancias y materiales tóxicos y no biodegradables en diversos componentes de estos aparatos, la generación y disposición de los residuos electrónicos se ha vuelto una preocupación que se añade a la larga lista de problemas ambientales de las sociedades modernas.

   Los residuos electrónicos contienen metales pesados como plomo en soldaduras, mercurio en lámparas ahorradoras e interruptores, selenio y cadmio en tableros de circuitos o el cromo que sirve como anticorrosivo

   Si los equipos se trasladan, manejan ó desechan sin cumplir las normas ambientales, estos materiales pueden contaminar suelos y acuíferos, y eventualmente afectar la salud de los ecosistemas y de las personas.

   El contacto prolongado con estas substancias provoca alteraciones en los sistemas nervioso, endocrino, respiratorio y en diversos órganos y funciones del cuerpo humano, de acuerdo con un reporte del 2013 de la agencia para las sustancias tóxicas y registro de enfermedades (Agency for Toxic Substances and Disease Registry) de los Estados Unidos. En el mismo sentido, estas substancias también representan un riesgo para la salud de los ecosistemas.

   En la fabricación de equipos eléctricos y electrónicos, al menos hasta los años ochenta, fue común emplear substancias como Bifenilos Policlorados (PCB’s) y polibromados, que sirven como retardantes de flama en el chasis de pantallas y monitores, así como en empaques y cubiertas plásticas de cables y otros componentes. Estos químicos se absorben por diversas vías, se acumulan en los tejidos animales, a lo largo de la cadena alimentaria y en la leche materna y son altamente tóxicos.

   De acuerdo con el Programa Internacional de Seguridad Química de la Organización Mundial de la Salud, diversos estudios apuntan a una relación entre la exposición a los PCB’s y un aumento en el riesgo de padecer cánceres del aparato digestivo, de hígado y de piel. Además al incinerarse en condiciones inadecuadas originan dioxinas y furanos, sustancias altamente reactivas y que también producen cáncer.

   El problema, además, no sólo es el tipo de substancias que contienen los residuos denominados electrónicos, sino en los volúmenes crecientes con que los producimos. En el caso de México, nuestro país ya es el principal generador per capita de estos desechos en América Latina, con un promedio de nueve kilos anuales por persona, incluso por encima de países como Brasil, que se ubicó en siete kilos por habitante, de acuerdo con un estudio del 2013 de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU).

   Estos volúmenes crecientes están directamente relacionados con una estrategia de la industria denominada “obsolescencia programada”, que significa volver inútiles en lapsos de tiempo cada vez mas cortos los aparatos que compramos, cambiando detalles como la entrada de los cables, de los cargadores, impidiendo que nuevos programas y aplicaciones funcionen en computadoras y teléfonos de versiones anteriores, o fabricando los aparatos de manera que es imposible o muy caro repararlos y al consumidor le resulta más sencillo comprarlos nuevos.

   El problema ya es de tal magnitud que hace unos días el Gobierno de Francia anunció que perseguirá con cárcel y multas de hasta 300,000 Euros a las compañías y empresarios que practiquen la obsolescencia programada de los productos electrónicos, y es probable que en poco tiempo otros países de la Unión Europea se incorporen a estas medidas.

   Así las cosas, los consumidores podemos aportar nuestro granito de arena de varias formas: lo primero es no almacenar los residuos electrónicos en nuestros hogares y oficinas, sino aprovechar los centros y actividades de acopio para reciclaje que se organicen en nuestras localidades.

   Además, hay que reflexionar mejor nuestras compras de éste tipo de aparatos, porque, aunque resultan muy tentadoras las promociones y ofertas que nos empujan, por ejemplo, a cambiar cada año nuestro celular, o a comprar la pantalla más grande y más nueva de televisión, la verdad es que muchas veces el cambio es completamente innecesario.

   Además, vale la pena unir nuestras voces como consumidores para exigir a los fabricantes que dejen la práctica tan nociva de la obsolescencia programada y empujar para que nuestro país se sume al ejemplo de Francia.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad de la UNAM (antes PUMA) en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 21 de octubre de 2014.
Mireya Imaz, Marjory González. 2014, PUMA-UNAM. México. 
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

Derrame tóxico en el Río Sonora, ¿quién paga los platos rotos?

(El 26 de agosto de 2014 hablamos del lamentable derrame tóxico de una represa de una mina a las aguas del río Sonora acaecido a principios de ese mismo mes. Este fue el editorial al respecto).

   En tres semanas se han registrado tres casos de derrames de residuos tóxicos derivados de la actividad minera y la industria petrolera en diferentes ríos de nuestro país, hoy vamos a hablar del que parece ser el más grave, el del río Sonora.

   El 6 de agosto pasado, una falla en una presa de “jales”, es decir, una presa de residuos de la mina Buenavista del Cobre, filial de Grupo México, ocasionó el derrame de 40 mil metros cúbicos de una solución de sulfato de cobre mezclado con ácido sulfúrico y metales pesados como arsénico, níquel, fierro, cobre, cadmio, manganeso y aluminio en el río Bacanuchi, que derivó el derrame hacia el río Sonora. Para que se den una idea, 40 mil metros cúbicos, es decir 40 millones de litros, equivale al volumen de más de cinco mil pipas de agua.

   De acuerdo con el reporte de la Comisión Nacional del Agua de este viernes 22 de agosto, se encontraron concentraciones de Arsénico, Cadmio, Cobre, Cromo y Mercurio en la parte media y baja de la Cuenca, con picos que rebasan los límites máximos permisibles establecidos en la norma NOM-127-SSA1-1994.

   Según dicha norma, los límites máximos permitidos de estas substancias en el agua para consumo humano son 0.05 miligramos por litro de arsénico, 0.005 mg/l de cadmio, 2 mg/l de cobre, 0.05 mg/l de cromo y 0.001 mg/l de mercurio.

   Entre los daños a la salud que puede causar la exposición a metales pesados en el agua podemos mencionar: irritación en la piel, problemas en el sistema nervioso, daños hepáticos, pulmonares, renales, reproductivos y neurológicos.

   Un comunicado de la CONAGUA del 10 de agosto apunta a un error en el diseño de la represa donde se almacenaban los ácidos utilizados para la extracción de cobre como la causa del derrame. Además de esta falla en el manejo de los químicos, a decir de Carlos Arias, encargado de despacho de la Unidad Estatal de Protección Civil, la empresa tardó un día en dar aviso a las autoridades, y en el boletín para explicar lo ocurrido, atribuyó el derrame a lluvias atípicas que habrían caído en la región.

   Sin embrago, funcionarios de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, SEMARNAT, desmintieron a la empresa, pues de acuerdo con información del Servicio Meteorológico Nacional no se tenía ningún registro de lluvias significativas en la zona, mucho menos atípicas, en los días anteriores al derrame.

   La acidez y corrosividad de la mezcla dispersada afecta directamente la flora y fauna acuática que habita el río y ha paralizado, durante 2 semanas ya, las actividades de 22 mil habitantes de diversas poblaciones establecidas a lo largo de 89 kilómetros del cauce hasta la presa El Molinito, cerca de Hermosillo. Las afectaciones abarcan 7 municipios sonorenses.

   Hasta el momento, diversos medios de comunicación han reportado el caso de una persona con heridas por usar el agua del río para lavarse, casos de irritación, alergias en la piel y problemas respiratorios, mortandad de ganado que abrevó del cauce, así como la suspensión del inicio del ciclo escolar en 88 escuelas, afectando a tres mil niños, además del cierre de 700 pozos ordenado por CONAGUA.

   En Baviácora, cientos de hectáreas de cultivos sembrados en las márgenes del río están en riesgo de perderse, los consumidores de leche y queso dejaron de comprar los productos de la región por miedo a enfermar, por lo que los productores han derramado 28 mil litros de lácteos diariamente.

   ¿Qué dice la Ley que debe ocurrir en un caso como éste, donde se afecta la salud, economía y vida de las personas, así como la integridad de los ecosistemas, tal vez por muchos años?

   La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, PROFEPA, busca aplicar 3 millones de pesos de multa, como marca la ley en el caso de la sanción administrativa, y otros 40 millones si se aplica la Ley Federal de Responsabilidad Ambiental, recientemente aprobada, además de cárcel hasta por nueve años a los responsables.

   Por ahora, no parece que estas sanciones le quiten el sueño a la empresa ni la estimulen a invertir en sistemas de prevención o mejora de sus instalaciones, si se toma en cuenta que tan sólo durante los primeros seis meses de este año, la minera obtuvo ingresos por 15 mil 320 millones de pesos, según reporte del semanario Proceso.

   Vale la pena entonces revisar si las multas ambientales, tal cual están en la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente y su reglamento correspondiente, son adecuadas para los tiempos que vivimos, más aún debido al incremento de la actividad minera en México, y todavía más ante la entrada de prácticas como el fracking o fractura hidráulica y de las empresas extranjeras que explotarán nuestras reservas petroleras, de acuerdo con la recién aprobada Reforma Energética.

   La idea de una multa ambiental no debe significar que quien pueda pagar, simplemente adquiera el derecho a contaminar, sino que las sanciones deben estar diseñadas para que dañar a las comunidades y los ecosistemas que habitan sea tan caro, tan costoso, que salga más barato invertir en la prevención y el monitoreo de las operaciones, que pagar la multa y reparar los daños, si es que éstos se pueden reparar.

   Y éste es el otro tema, pues la restauración de los ecosistemas requiere fuertes inversiones, tener suficiente información acerca de su funcionamiento y no siempre es posible, dependiendo del tipo de daño y de la magnitud del mismo. Además, es un proceso que puede tomar décadas.

   Como mencionamos al principio, éste sólo es uno de tres derrames ocurridos durante los últimos 20 días, y probablemente lo dicho acerca de reparaciones y multas vale para los otros dos.

   Parece que es momento de que las diversas autoridades ambientales revisen a fondo tanto los mecanismos con los que operan estas industrias, así como las leyes que nos deben proteger, a las personas y a los ecosistemas, previniendo de verdad que ocurran catástrofes ambientales tan lamentables como la del Río Sonora.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad de la UNAM (antes PUMA) en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 26 de agosto de 2014.
Mireya Imaz, Marjory González. 2014, PUMA-UNAM. México. 
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).