martes, 27 de octubre de 2015

El huracán Patricia y la cultura de prevención de desastres

Imagen satelital (NOAA).
El paso del Huracán Patricia por el territorio mexicano dejó menos daños de los que se esperaban (afortunadamente) y algunas lecciones importantes.

   El viernes 23 de octubre pasado, la Organización Meteorológica Mundial (OMM, por sus siglas en español) calificó a Patricia como “el mayor huracán del que se tenga registro en el Pacífico Noreste”, debido a sus vientos sostenidos de 325 kilómetros por hora. La misma institución comparó la fuerza del ojo del huracán, en su momento álgido, a la fuerza del tifón Haiyan que devastó las Filipinas en 2013.

   A los especialistas del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (CNH), del Centro Nacional de Huracanes (NOAA, por sus siglas en inglés) y de la NASA, así como de los centros mexicanos responsables de medir y atender el tema como CENAPRED, CONAGUA, el Servicio Meteorológico Nacional, así como también los pronósticos meteorológicos del Centro de Ciencias de la atmósfera de la UNAM, los puso en alerta el súbito fortalecimiento de lo que comenzó como tormenta tropical y que en sólo 24 horas se convirtiera en un huracán categoría 5 en la escala de Saffir-Simpson.

   Se temía que Patricia pudiera dejar daños tan graves como los provocados por el  Katrina, y circularon fotografías en las redes sociales donde se les comparaba, también con Wilma y Andrew. Patricia desde luego, daba miedo.

   Sin embargo el impacto, aunque ocurrió, fue mucho menor de lo que se esperaba y para ello confluyeron varios factores: por una parte, Patricia perdió fuerza antes de llegar a tierra gracias a un sistema de baja presión, de acuerdo con el presidente de la Organización Mexicana de Meteorólogos (Ommac), Leodegario Sansón.
Y lo más importante, el huracán chocó con la Sierra Madre Occidental la que sirvió como barrera anticiclónica, además, paradojas de la vida, era un huracán enorme, pero su zona de vientos máximos estaba muy concentrada, así que para el momento en que el ojo del huracán tocó tierra, ya había bajado a categoría 4. También hubo quien bromeó en internet afirmando que la inseguridad en el país es tan alta, que algún malandrín le bajó las categorías a Patricia nomás llegar a México.

   Más allá de la broma, también hay que decir que otra clave para entender por qué Patricia no causó más daño, fue que la población recibió avisos oportunos e indicaciones precisas por parte de las autoridades de qué hacer, a dónde dirigirse y cómo actuar.
   El que la gente se sumara a estos llamados seguramente fue un elemento que ayudó a disminuir el impacto del huracán, en especial el número de víctimas humanas. Si no, basta comparar con el paso del huracán Odile por Baja California en 2014, o el de Manuel por Guerrero e Ingrid por Veracruz. En estas ocasiones, hubo reclamos justificados acerca de la alerta insuficiente, o nula, a la población local y a los vacacionistas.

   Por ello, preocupan las teorías de la conspiración que han estado circulando en algunos medios y en las redes sociales y también preocupan las explicaciones desde la fe y de las energías positivas, lo que eso quiera decir, por eso nos parece importante subrayar dos lecciones que dejó el paso de Patricia.

   Primero: prevenir salva vidas. En un país donde nadie le cree a nadie, flaco favor le hacemos a la población, en especial a la más desprotegida, lanzando rumores en el sentido de que las alertas emitidas por el sistema de protección civil no fueron más que una exageración motivada con fines poco claros. Tampoco ayuda decir que fueron las buenas vibras lanzadas al viento lo que domeñó al meteoro.

   Existía toda la evidencia científica de que estábamos frente a un fenómeno que podía provocar una catástrofe mayúscula y hoy existen las explicaciones científicas que nos aclaran la evolución de Patricia al tocar tierra. Frente a eso, una de las herramientas más poderosas era y es informar a la población.
  
   Segundo, necesitamos mas ciencia y mantener informada a la gente acerca de las consecuencias del calentamiento global. Si bien no puede afirmarse que las características de este huracán en particular sean resultado directo del cambio climático, si sabemos (y lo hemos comentado en otras ocasiones en Primer Movimiento), por ejemplo, que el cambio climático está forzando las condiciones para un fenómeno de El Niño particularmente intenso, uno de los más fuertes desde 1950, de acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial.

   En un artículo en la revista Nature Climate Change de 2014, se afirma que si bien los modelos climáticos indican que no es probable el aumento en la cantidad de fenómenos de El Niño, las probabilidades de que ocurra un súper El Niño se han duplicado debido al calentamiento global. La NOAA advirtió desde el 10 de septiembre que este El Niño probablemente contribuiría a una temporada de Huracanes menor de lo normal en el Atlántico, pero más fuerte en las cuencas del centro y este del Pacífico.

   Así que es momento para invertir en las ciencias del clima, reforzar medidas de prevención y trabajar en la construcción de la resiliencia de las comunidades en situación de riesgo, pues frente a cualquier eventualidad siempre será mejor estar informados y preparados.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 27 de octubre de 2015.
Mireya Imaz, Marjory González. 2015, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

Huertos urbanos: reverdeciendo la ciudad

Huerto en Av. Insurgentes Norte.
Como lo prometido es deuda, en esta ocasión vamos a hablar de huertos urbanos y sustentabilidad de las ciudades.

   A partir del 2008, más de la mitad de la población mundial se concentra en ciudades y, en países como el nuestro, la cifra se aproxima al 80 por ciento del total de su población.

   Con casi 4 mil millones de personas viviendo en ellas, las ciudades representan uno de los mayores retos ambientales, sociales y económicos de las civilizaciones modernas, tanto por esta concentración sin precedentes en la historia humana, como por la manera en que funcionan, pues las ciudades importan energía, agua, materiales, alimentos, bienes de consumo y mano de obra, al tiempo que desechan grandes cantidades de residuos y contaminantes en regiones cercanas o del otro lado del mundo.

   Las ciudades afectan con sus actividades los flujos de materiales y energía planetarios, por lo que se vuelve muy importante reducir su metabolismo.

   La producción y transporte de alimentos para abastecer a la población urbana es uno de los rubros que contribuye en mayor medida a incrementar las huellas hídrica, de carbono y ecológica de las grandes urbes.

   De acuerdo con el estudio “El Estado mundial de los suelos y los recursos hídricos para agricultura” publicado por la FAO en 2011, se calcula que la agricultura mundial emplea 40 por ciento de la superficie terrestre y 70 por ciento de toda el agua dulce que usamos. La agricultura moderna es intensiva en energía, por el uso de combustibles ya sea en tractores, maquinaria agrícola y en la producción de agroquímicos, así como el transporte, almacenamiento, refrigeración y empaque de los alimentos. Sumado a la deforestación para incrementar la superficie cultivada, la agricultura contribuye con 13.5 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. A esto hay que añadir el desperdicio de alimentos, que la FAO calcula en un tercio de todo lo que se produce. 

   Y de toda esta producción, las ciudades se llevan buena parte. De acuerdo con el estudio de Delgado Ramos “Cambio climático y la alimentación de las ciudades”, publicado en el 2013, la Zona Metropolitana del Valle de México consumió en 2007, el 22 por ciento de toda la producción de alimentos del país.

   Por eso, la agricultura urbana, ya sea en grandes extensiones, como en la ciudad de México donde más de la mitad de su territorio es suelo de conservación y de este, al menos 37 por ciento es suelo agrícola, o bien en patios, azoteas y camellones, representa una alternativa en la búsqueda de sustentabilidad de las ciudades.

   Además de ofrecer alimentos frescos, en especial hortalizas, algunas frutas y hierbas de olor, los huertos urbanos amplían y conectan las áreas verdes disponibles, no sólo para las personas, sino para aves, insectos, pequeños mamíferos y reptiles.

   Al producir alimentos de manera local, se disminuyen los consumos de agua, energía, combustibles y agrotóxicos, además se pueden aprovechar los residuos orgánicos –que representan la mitad de los residuos sólidos urbanos– en composta.

   La producción propia en un huerto ayuda a las familias a tener ahorros y puede representar una fuente de ingresos, preservar los alimentos tradicionales, contribuir a una dieta equilibrada y proteger la biodiversidad agrícola.

   Si se trata de huertos comunitarios, se contribuye a reconstruir el tejido social, la convivencia vecinal y la re-apropiación del territorio.

   Para hacer un huerto, no se requieren grandes espacios, se puede sembrar en macetas, huacales o llantas, en huertos de ventana usando botellas de PET o en huertos verticales con malla ciclónica, pallets o cimbra.

   Se puede emplear hidroponia, que es un tipo de cultivo que no requiere suelo, o cultivar las azoteas, ya sea con siembra directa o mediante sistemas de módulos. Pueden ocuparse lotes baldíos y camellones, ayudando además a transformar zonas inseguras o descuidadas en centros de reunión.

   Entre los cultivos adecuados para los huertos urbanos destacan las hortalizas, por tener un ciclo de producción corto que permite cosechar algunos productos 2 meses después de su siembra. Aunque es difícil producir todas las frutas y verduras que consumimos, sí se puede lograr la autosuficiencia en algunos productos. 

   Las hortalizas “de batalla” o más fáciles de cultivar son los rabanitos, lechugas, acelgas, zanahorias, cebollas, ajos, jitomates y chiles, entre las hierbas de olor, el romero, cilantro, albahaca, tomillo, orégano, hierbabuena y menta. No olviden sembrar flores como manzanilla, lavanda y mastuerzo, que además de ser útiles también son buenas para los polinizadores. Hay que tomar en cuenta que es necesario tener una fuente cercana de agua y al menos unas 5 ó 6 horas de luz solar directa al día.

   Parecen exageradas las ventajas de los huertos urbanos, pero existen casos muy interesantes, como el de la ciudad de Detroit, en Estados Unidos. La que fuera la capital del automóvil, está viviendo tiempos de crisis tan agudos que en el 2013 se la declaró en bancarrota.

   Ante esto, una de las respuestas de los barrios pobres de Detroit fue la apropiación comunitaria de predios abandonados para instalar huertos comunitarios, que le dieron un respiro a la angustiante situación económica de la gente, además de impulsar el resurgimiento de la vida barrial en una ciudad muy violenta, y permitir el auge de negocios como los restauranteros, que ya se están abasteciendo de los huertos barriales.

   Si quieren saber más sobre el tema, los invitamos a escuchar los programas de Ambiente PUMA que están en el sitio de internet de Radio UNAM.

Editorial del Programa Universitario de Medio Ambiente en el noticiero Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 25 de agosto de 2015.
Mireya Imaz, Marjory González. 2015, PUMA-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

lunes, 26 de octubre de 2015

El cambio climático: ¿qué opinan los ciudadanos?

Niños de Tuvalu.
El pasado 28 de agosto el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el PNUMA,dio a conocerlos resultados de un ejercicio de diálogo al que fueron invitados diez mil ciudadanos de 76 países, quienes emitieron sus puntos de vista acerca de la importancia del cambio climático y la manera en que creen que debiera afrontarse. Por cierto, México no participó.

   Esta es, hasta ahora, la consulta ciudadana más grande realizada acerca del tema y sería deseable que tuviera un lugar relevante en el debate que ocurrirá en la Conferencia de las Partes que ocurrirá el próximo diciembre en París.

   El informe del PNUMA advierte que el objetivo del ejercicio no fue realizar una encuesta, sino recabar la opinión de ciudadanos informados en grupos de trabajo. Aunque probablemente no se obtendrían los mismos resultados en un sondeo a población abierta, el informe muestra las tendencias de opinión entre personas influyentes en sus comunidades. 

   En términos generales, el ejercicio resultó alentador pues la mayoría de quienes participaron, casi el 80 por ciento, dijeron sentirse muy preocupados por los impactos del cambio climático.

   Entre los lugares donde el tema tiene mayor relevancia es en el continente africano, con 82 por ciento, y quienes habitan en Islas, con 87 por ciento de personas que afirmaron estar muy preocupadas. 

   Y no es para menos: apenas el pasado 25 de agosto, Enele Sopoaga, primer ministro del pequeño archipiélago de Tuvalu, un grupo de Islas del Pacífico sur, anunció que su nación está realizando gestiones para comprarle tierras a Nueva Zelanda y Australia para cultivar alimentos y preparar a la población de su país para emigrar, pues la elevación del nivel del mar, lenta pero constante, ha ido comiéndose a las islas. De hecho, los habitantes ya tienen serios problemas de contaminación de sus reservas de agua dulce por intrusión del agua de mar.

   Siguiendo con el estudio del PNUMA y en contraste con los Tuvaluenses, las nacionalidades con el menor porcentaje de personas muy preocupadas por el Cambio Climático resultaron Japón, con 44 por ciento, y Rusia, con 49 por ciento.

   Por otra parte, dos de cada tres personas afirmaron que las medidas para luchar contra el cambio climático representan una oportunidad para mejorar su calidad de vida. El reporte afirma que la cifra es mayor en las naciones en desarrollo, en particular en India, Brasil y en general en los países de América Latina. 

   Además 78 por ciento de los participantes opinaron que sus países deberían tomar medidas para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, aun si otras naciones no lo hacen. Este porcentaje aumenta al 95 por ciento en Brasil y, sorprendentemente, en Estados Unidos.

   Este último dato coincide con los de la encuesta realizada por la Escuela de estudios ambientales y forestales de la Universidad de Yale, cuyos resultados se dieron a conocer apenas en abril pasado, los cuales indican un aumento en la preocupación y el conocimiento que tienen los estadunidenses sobre el tema, a pesar de los esfuerzos –y la inversión– de las compañías petroleras y de los políticos republicanos en las campañas negacionistas.

   La encuesta de Yale muestra que 69 por ciento de los norteamericanos piensa que su país debe hacer un mayor esfuerzo por reducir sus emisiones, aún si ello conlleva costos económicos, y que tanto el presidente Obama como el Congreso deben fortalecer la inversión en tecnologías de energía limpia, opinión que comparte el 71 por ciento de los encuestados.

   Y esto es importante pues los vecinos del norte, junto con los chinos, son responsables del 45 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero del orbe.

   No todo son buenas noticias pues, volviendo a la encuesta del PNUMA, los ciudadanos de estos dos países, junto con los rusos, se contaron entre los más hostiles a aceptar un impuesto por carbono, opinión que contrastó con la de los Senegaleses participantes. Quién lo dijera, pero los ciudadanos de este país, cuyos índices de marginación se cuentan entre los más altos del mundo, estuvieron de acuerdo con dicho impuesto por abrumadora mayoría, con 98 por ciento de los consultados.

   Finalmente, 71 por ciento de los participantes coincidieron que el acuerdo de la COP21 debe incluir objetivos nacionales, de corto plazo y jurídicamente vinculantes para todos los países. En resumen, que ya es hora de dejar de hacerse pato.

   Así las cosas, resulta alentador ver cómo las y los ciudadanos de muchas partes del mundo toman conciencia en torno a este que, como ya hemos dicho, es uno de los mayores retos que tiene por delante la humanidad. Como lo señala el documento del PNUMA, sólo la opinión informada y la movilización de las y los ciudadanos, en todos los niveles, permitirá conseguir el mejor acuerdo posible en París.

   Asimismo, en unas semanas podremos comentar los resultados de una encuesta que realizó la UNAM en torno a las opiniones y percepciones de las y los mexicanos acerca del ambiente, y que forma parte de una serie de 25 encuestas titulada “Los mexicanos vistos por sí mismos” y que esperemos les resulte muy interesante.

Editorial del Programa Universitario de Medio Ambiente en el noticiero Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 1 de septiembre de 2015.
Mireya Imaz, Marjory González. 2015, PUMA-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

viernes, 23 de octubre de 2015

"El Niño" desatado

Hace un par de semanas el Servicio Nacional de Meteorología de Estados Unidos anunció que el fenómeno climático de El Niño de 2015 tiene altas posibilidades de volverse uno de los más potentes de los que se tenga registro, lo que resultaría en sequías extremas, inundaciones, un invierno más lluvioso e intenso, dependiendo de la zona del planeta de la que estemos hablando. 

   El cambio climático estaría forzando las condiciones para un fenómeno de El Niño particularmente intenso, uno de los más fuertes desde 1950, de acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial. Pero ¿en qué consiste El Niño y por qué viene con tanta fuerza?

   Para entender este fenómeno es importante decir que los océanos desempeñan un papel crucial en la regulación del clima del planeta. El sol calienta su superficie y una parte de esta energía térmica se disipa en la atmósfera gracias a la evaporación del agua. Esta transferencia de energía impulsa la circulación atmosférica, genera corrientes a medida que el agua se mueve a través de la atmósfera en forma de vapor, y finalmente se condensa y cae como precipitación. A lo largo del Océano Pacífico ocurre uno de los fenómenos climáticos más importantes de la Tierra, debido a su capacidad para cambiar la circulación atmosférica global, llamada El Niño- Oscilación del Sur, o ENSO por sus siglas en inglés. 

   ENSO tiene tres estados, " El Niño " y " La Niña ", que requieren ciertos cambios tanto en el océano y la atmósfera, así como un estado Neutral que ocurre entre uno y otro. Este fenómeno no se presenta de manera periódica, sino de forma irregular, en intervalos de tiempo de entre 2 a 7 años. La fase caliente es El Niño y la fase fría, La Niña. ¿Qué es lo que ocurre? Normalmente, los vientos soplan en forma constante de este a oeste a través del Océano Pacífico, empujando el agua del océano calentada por el sol, en dirección a Indonesia y Australia. Estos vientos empujan tanta agua que el nivel del mar cerca de la costa de Indonesia se encuentra por arriba del nivel en la costa de Ecuador. Aguas más frías en América del Sur ocupan el lugar de las aguas cálidas que van rumbo a Asia, emergiendo en las costas de América del Sur. Esta agua más fría trae consigo temperaturas menores y nutrientes, que benefician a la vida marina cerca de la superficie.

   Ahora bien, durante el ciclo de El Niño las cosas ocurren en el sentido contrario, el agua caliente bajo la superficie del océano Pacífico tropical se levanta y se desplaza hacia el este, a lo largo del Ecuador y llega a la costa de América del Sur. Esta pluma de agua cálida provoca que los vientos alisios se debiliten y disminuyan su velocidad, produciendo lluvias intensas e inundaciones en las zonas alrededor del Ecuador, así como sequías e incendios en Australia e Indonesia. El Niño impacta a nivel global los patrones de temperatura, humedad y precipitaciones.

   Y este año parece que el chamaco viene desatado, pues cada vez hay mayor consenso entre los científicos acerca de que El Niño podría alcanzar, o hasta superar, las dimensiones del que se registró entre 1997 y 1998, el cual provocó inundaciones y sequías a escala planetaria. De hecho, fue el peor año de incendios en México.

   Las consecuencias no necesariamente serán idénticas o similares, pues cada El Niño es único, producto de las condiciones en el océano y la atmósfera, del clima y el tiempo particulares de un lugar y un tiempo determinado. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, la NOAA, en un comunicado del 10 de septiembre señaló que existe una probabilidad superior al 90% de que El Niño se prolongue a lo largo de este invierno en el hemisferio norte y aún, que continúe durante la primavera del 2016.

   Además el informe señala que este El Niño probablemente contribuirá a que la temporada de Huracanes sea menor de lo normal en el Atlántico, pero más fuerte en las cuencas del centro y este del Pacífico. También significa que lloverá más en la costa oeste de Sudamérica, pero que en el sur de Asia y Australia, que usualmente son lluviosos, habrá sequías prolongadas.

   Pero El Niño no sólo altera el clima y el tiempo. Representa una amenaza a gran escala para los arrecifes de coral, pues la elevación de las temperaturas de los mares tropicales mata a estos organismos en un fenómeno que se ha denominado ‘blanqueo’ del coral. El Niño de 1998 blanqueó al 16% de los corales del mundo, la mayor mortandad jamás observada, algunas de estas regiones jamás se recuperaron.

   Además, las aguas superficiales más cálidas en el Pacífico occidental ahuyentan a los peces de aguas frías, en las que descansa la mayor parte de la industria pesquera de gran parte de Latinoamérica. A decir de Wenju Cai, Simon Borlacey otros autores quienes publicaron un artículo al respecto en la revista Nature Climate Change en 2014, los modelos climáticos indican que si bien no es probable que aumente la cantidad de fenómenos de El Niño, las probabilidades de que ocurra un súper El Niño se han duplicado debido al calentamiento global. En realidad, los expertos señalan que estamos entrando en terreno desconocido, David Carlson, jefe del Programa de Investigación del Clima de la OMM, declaró para el Diario El País que este EL Niño es completamente distinto del de 1998 en un punto: el actual está ocurriendo bajo nuevas condiciones influidas por el cambio climático. “El mundo ha cambiado mucho”, y las condiciones creadas por el deshielo Ártico, la pérdida de hielo en el hemisferio Norte y las altas temperaturas que están rompiendo récords están coincidiendo por primera vez con El Niño.

Editorial del Programa Universitario de Medio Ambiente en el noticiero Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 15 de septiembre de 2015.
Mireya Imaz, Marjory González. 2015, PUMA-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).