martes, 23 de diciembre de 2014

El suelo de conservación: seguro de vida para la ciudad

Aprovechando que ya estamos en plenas vacaciones y que algunos tal vez vayan a pasear por los bosques o lagos que aún existen en el territorio de la Ciudad de México, vamos a comentar acerca de la importancia de estas zonas y de los servicios ambientales que nos brindan, sin los cuales, la ciudad simplemente no es viable.

   Esta región, que se denomina suelo de conservación, comprende los remanentes de bosques, campos de cultivo, lagos, montañas y algunos ríos en el propio Distrito Federal, y ha sido la principal reserva ecológica de la Ciudad desde que se delimitó en 1982 respecto de la parte urbana, y luego en su zonificación y reglamentación dentro del Programa General de Ordenamiento Ecológico del Distrito Federal publicado en la Gaceta Oficial en el 2000.

   En ese año, este territorio, el suelo de conservación, ocupaba casi 89 mil hectáreas, es decir, el 59 por ciento de la superficie del DF.

   En el suelo de conservación se ubican 35 poblados rurales, con 31 núcleos agrarios cuyas tierras son de propiedad social, 180 asentamientos regulares y 538 asentamientos irregulares.

   La región posee características de clima, relieve y tipo de suelos que hacen posible la existencia de una rica biodiversidad, con zonas lacustres, bosques de oyamel, pinos, encinos, así como matorrales, en los cuales aún hay especies endémicas, es decir, que solamente se encuentran en estos sitios, como el ajolote en Xochimilco o el Teporingo ó conejo de los volcanes o también conocido como zacatuche, en los pastizales de montaña, así como ecosistemas únicos como el matorral del Pedregal de San Ángel, cuyo remanente más importante se conserva en la Reserva del Pedregal de San Angel que salvaguarda la UNAM en su campus de Ciudad Universitaria.

   Además, los humedales y lagos remanentes como Xochimilco y Tlahuac son un hábitat clave para las aves acuáticas migratorias, algunas de las cuales se pueden admirar justo en ésta época del año.

   Esta zona preserva uno de los agro-ecosistemas más productivos desarrollado por las culturas locales, las chinampas, ejemplo de producción sustentable a nivel mundial.

   Además de la biodiversidad presente, otros servicios ambientales del suelo de conservación también explican su importancia estratégica para la ciudad: la cubierta vegetal sirve como estabilizadora de suelos, reguladora del clima local y del ciclo hidrológico, permite la captura de carbono y la retención de partículas suspendidas.

   También disminuye el riesgo de inundaciones al infiltrar el agua hacia el acuífero, evita el azolve de presas y drenajes y es fundamental para la producción local de alimentos y la conservación de paisajes y espacios de recreación. Sin olvidar, claro, los que parecen ser más obvios: ser el principal pulmón de una urbe con mala calidad del aire y una zona que todavía aporta casi 60 por ciento del agua de la que se abastece la ciudad.

   Sin embargo, la expansión de la ciudad se ha ido comiendo al suelo de conservación, éste crecimiento ha sido alentado por mecanismos clientelares, o bien tolerado por las políticas públicas de dotación de vivienda y por la falta de alternativas accesibles para sectores marginales, aunque cabe mencionar que también existen asentamientos de altos ingresos en estas zonas.

   Se calcula que de 1980 al 2003, se urbanizó el 9.9 por ciento del suelo de conservación, de acuerdo con un estudio de Clemencia Santos y Lizbeth Guarneros del año 2006. Para el mismo periodo 1980-2003, Camacho, Ruiz e Imaz señalamos que 76% de las viviendas nuevas en el DF se ubicaron en las delegaciones donde se extiende el suelo de conservación, en una investigación publicada por Porrúa en el 2011.

   Entre las consecuencias del avance de la mancha urbana hacia las reservas naturales están: la pérdida de la cubierta vegetal y, con ello, la erosión y empobrecimiento de suelos; el azolve de los cuerpos de agua y de los drenajes; desertificación y tolvaneras; y disminución de la infiltración de agua al acuífero y por lo tanto menor disponibilidad de agua en la ciudad, además de acelerarse los procesos de hundimiento de la misma. Puede decirse que todos los problemas ambientales de la Ciudad de México se agudizan al mismo tiempo que se urbaniza el suelo de conservación.

   Lo peor de esta situación quizás sea es lo poco conscientes que estamos los habitantes de la Ciudad de México acerca de la existencia de este territorio, el suelo de conservación, y peor aún, de la acelerada velocidad a la que lo estamos perdiendo. Como consecuencia, la participación en su defensa se da solamente entre pequeños grupos, sobre todo entre algunos habitantes de los pueblos originales y entre investigadores y académicos.

   Por eso es necesario decirlo con toda claridad: la ciudad no es viable si pierde su suelo de conservación por encima de los intereses inmobiliarios, de constructoras, líderes y políticos, y es fundamental poner en primer lugar el derecho de las y los habitantes del Distrito Federal a un ambiente sano, derecho que solamente puede garantizarse si conservamos esta zona estratégica de nuestro territorio y con ella los servicios ambientales que nos provee.

* Editorial ambiental de Mireya Ímaz en el programa Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del 23 de diciembre de 2014.

martes, 16 de diciembre de 2014

La crisis global de los polinizadores


Desde hace una par de décadas y por todo el planeta, se ha registrado uno de los fenómenos más inquietantes dentro de la amplia gama de problemas ambientales que padecemos: la crisis de polinizadores.

   Por ejemplo, tenemos el caso de lo que se denomina ya como ‘desorden de colapso de la colonia’ o CCD, por sus siglas en inglés, en el que las abejas mueren al abandonar los panales durante el invierno. Diversos estudios, entre los cuales podemos mencionar los de la escuela de salud pública de Harvard, apuntan a cierto tipo de insecticidas, los neonicotinoides, como la causa principal de este errático comportamiento que lleva a la muerte a colonias enteras.

   Es importante señalar que el declive de polinizadores no sólo se está presentando entre las poblaciones de abejas, se ha documentado que diversos polinizadores están en riesgo en todo el mundo, ya sean insectos, aves o murciélagos, muy probablemente como parte de la sexta gran extinción, que describen estudios como el Global Environment Outlook publicado en el 2006 por el programa de naciones unidas para el medio ambiente. 

   La desaparición de las poblaciones de polinizadores, además de ser un problema por sí misma, puede implicar la pérdida de biodiversidad de muchas otras especies de plantas y animales, en un alarmante efecto dominó.

   La polinización, si recordamos nuestra biología de secundaria, es la transferencia de polen desde los órganos masculinos de una flor hacia los órganos femeninos para fecundarla. Este proceso es fundamental para la producción de frutos y semillas y lo realizan insectos, aves y mamíferos como los murciélagos, en su búsqueda de néctar, polen u otros beneficios.

   La polinización es de vital importancia para nuestros ecosistemas y por tanto para las sociedades humanas. De acuerdo con datos de la FAO en el estudio “Conservación y manejo de polinizadores para la agricultura sostenible”, del 2004, se calcula que unas 100,000 especies de insectos, aves y mamíferos son claves para la reproducción sexual del 90% de las plantas con flores del mundo.

   La polinización, entonces, es un tema clave para la seguridad alimentaria. Las abejas facilitan la producción de 87 de los 115 cultivos más relevantes para consumo humano, contribuyendo al 35% de la producción mundial de alimentos, como lo señala la hoja de hechos sobre el reto económico por el declive de las poblaciones de polinizadores, que publica este 2014 la propia oficina de prensa de la Casa Blanca.

   Así, resulta que sin polinizadores, se volvería muy costoso, quizás imposible, producir aguacates, frijoles, jitomates, tomates, almendras, nueces, chiles, cacao, calabazas, ciruelas, mangos, manzanas, vainilla y un muy largo etcétera.

   Es especialmente preocupante la pérdida de las especies de abejas, tanto silvestres como domesticadas, pues se calcula que cerca del 75% de la vegetación mundial es polinizada por estos insectos.

   En Estados Unidos, las colonias de abejas domesticadas han decrecido desde 1950, cuando había unas 6 millones, a 2 millones y medio para el 2007, de acuerdo con un estudio del PNUMA del 2010 titulado Trastornos globales en las colonias de abejas y otras amenazas a los insectos polinizadores.

   Además, entre otros insectos, así como en aves y mamíferos polinizadores, la situación tampoco es buena, por ejemplo, las mariposas se encuentran amenazadas debido a la modificación del uso de los suelos y a la intensificación de la agricultura, y algunas especies están ya en peligro de extinción. Un caso icónico para nosotros es el de las mariposas monarca, que en el invierno de 2013 registró los niveles más bajos reportados, con un riesgo inminente de colapso. Así mismo, se reportan extintas 45 especies de murciélagos, 36 especies de mamíferos no voladores, 26 especies de colibríes y otras 77 especies de aves, de acuerdo con el este reporte de la FAO.

   Las razones del declive en las poblaciones de polinizadores son variadas, pero están conectadas, directa o indirectamente, con la actividad humana: deforestación, cambios de uso del suelo, uso de pesticidas y agrotóxicos, pérdida y fragmentación del hábitat, calentamiento global, reducción en la diversidad de flores y, en el caso específico de las abejas, se suma el ataque de competidores como la abeja africana, así como de diversos virus y parásitos, entre los que destaca el ácaro Varroa destructor.

   Pero, como con la mayoría de los temas ambientales, el origen del problema es multifactorial en el que se suman fallas en una compleja red, la red de interacciones entre polinizadores y su entorno.

   Por ejemplo, en ecosistemas alterados se puede favorecer el desarrollo de parásitos que afectan tanto a las poblaciones de polinizadores domesticados como a las poblaciones silvestres.

   Aunque ya existen esfuerzos internacionales por documentar y medir el problema y entender su origen, como el estudio Pan-Europeo realizado en 2013 por la Comisión Europea, aún nos falta información científica sobre las necesidades de polinización de las plantas, la dinámica de las poblaciones de los polinizadores y las interacciones entre unas y otros. 

   Sin embargo, medidas como la conservación del hábitat y de la biodiversidad, la eliminación del uso de plaguicidas y herbicidas en la agricultura y en general, el cambio del modelo actual de producción agrícola, químicamente intensivo y basado en monocultivos, hacia modelos agroecológicos, sin duda mejorará la situación de las poblaciones de polinizadores en el planeta.

   Aquí sí, no hay vuelta de hoja, los cambios son indispensables y urgentes porque un mundo sin abejas, o más aún, un mundo sin polinizadores, es, sencillamente, inimaginable.

* Editorial ambiental de Mireya Ímaz en el programa Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del 16 de diciembre de 2014.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Plantaciones Forestales

Hoy vamos a seguir con el tema de los servicios ambientales que iniciamos la semana pasada, y vamos a comentar sobre los servicios que nos brindan los bosques, en especial las plantaciones forestales, y para estar a tono con la época del año, sobre todo, platicaremos de las plantaciones de árboles de navidad.

   Creemos que es relevante preguntarnos por qué son importantes los bosques; también es importante aclarar, que cuando hablamos de bosques incluimos a las selvas, a los manglares, etc.

   Estos espacios, los bosques, son el hábitat de numerosas especies, por lo que tienen un papel fundamental en las estrategias de conservación de la diversidad biológica. Por ejemplo, estudios realizados por el equipo del Dr. Sergio Guevara, en el Instituto de Ecología A.C., un solo árbol de los que sobreviven en los remanentes de la selva de los Tuxtlas, puede dar refugio a 47 especies diferentes de aves y permitir la germinación de más de 100 especies distintas de plantas.

   Además, los bosques capturan y almacenan carbono, con lo que ayudan a mitigar el cambio climático mundial, ayudan a conservar los suelos, son barreras contra la erosión, los deslaves y el azolve de presas, ríos y lagos, también captan y filtran agua, y mantienen bancos de semillas.

   Los bosques, además, nos proveen de plantas medicinales: se calcula que al menos el 25% de las medicinas de patente utilizan principios activos que provienen de las plantas, esto de acuerdo con cifras del 2010 de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

   Las zonas boscosas además, regulan el clima a nivel local, regional e incluso global como el caso de la selva del Amazonas.

   Todos sabemos la importancia de los bosques para producir madera, pero además en ellos se producen múltiples recursos no maderables, como resinas, aceites, gomas y ceras. Por ejemplo, el chicle, antes de ser de plástico, se obtenía del látex de los árboles de chicozapote de las selvas mexicanas.

   De acuerdo con el estudio de la FAO “El estado de los bosques del mundo”, publicado este año, el sector forestal formal emplea a 13.2 millones de personas y al menos otros 41 millones trabajan en el sector informal.

   Y seguro usted se está preguntando, ¿qué son las plantaciones forestales? Bueno, éstas son cultivos de una o varias especies de árboles en terrenos abiertos, es decir, que ya han sido talados, generalmente para uso agropecuario.

   Claro que las plantaciones no brindan exactamente los mismos servicios ambientales que un bosque natural, por ejemplo, la biodiversidad en ellas es menor, aunque sí ayudan al mantenimiento del hábitat para algunas especies, y a la conservación de suelos, micro clima, captación de carbono y de agua.

   Estos cultivos pueden ser clave para la subsistencia de grupos campesinos que de otra manera tendrían que vender o urbanizar sus tierras, además permiten recuperar terrenos de cultivo abandonados o de baja productividad. Idealmente una plantación debe instalarse con especies nativas. Es decir, especies de la zona.

   En cuanto a las plantaciones de árboles de navidad, éstas representan beneficios para los productores, y pueden ser ambientalmente sustentables y financieramente rentables.

   En México existen programas federales para el apoyo a este tipo de plantaciones, como Pro-árbol, y la autorización para su operación está a cargo de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR).

   Pero el apoyo de los consumidores es muy importante, de acuerdo con datos de la misma CONAFOR publicados en 2011, se señala que los mexicanos compramos 1.8 millones de árboles de navidad y de estos, se producen en el país sólo 800 mil, es decir, el 44% de lo que se compra.

   La mayor parte de los árboles de navidad que se venden en centros comerciales y mercados se importan de Canadá y Estados Unidos, lo que significa menores ingresos para los campesinos mexicanos y que aumentemos, además, nuestra huella de carbono, pues los árboles importados requieren moverse muchos kilómetros y tienen que refrigerarse para llegar verdes.

   Así que, si usted va a poner árbol esta navidad y quiere hacerlo disminuyendo su huella ecológica y apoyando a los productores nacionales, la mejor opción es ir por él a las plantaciones de su localidad, ya sea para cortarlo o mejor aún, comprarlo en maceta y plantarlo después de las fiestas en un lugar adecuado.

   Existen plantaciones autorizadas en Michoacán, Chihuahua, Coahuila, Durango, Guanajuato, Estado de México, Veracruz y Distrito Federal.

   Cerca de la Ciudad de México una plantación relativamente conocida es la de los árboles de navidad de Amecameca, también los campesinos del Ajusco tienen otra en el kilómetro 14.5 de la carretera Picacho- Ajusco, en el paraje Lomas de Tepemecatl, y sobre la Carretera Federal a Cuernavaca, a partir del kilometro 30 y hasta los límites con el Estado de Morelos.

   Poner el arbolito así es, además de una oportunidad para pasar un buen rato en familia, una forma de apoyar las opciones sustentables de producción de las comunidades y ejidos dueñas de los bosques que rodean a esta inmensa ciudad.

* Editorial ambiental de Mireya Ímaz en el programa Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del 9 de diciembre de 2014.

martes, 2 de diciembre de 2014

Editoriales Ambientales 2014

En esta ocasión queremos abordar el tema de los servicios ambientales o ecosistémicos, qué son, porqué importan y cómo la actividad humana interviene en ellos.

   El tema es muy importante porque en ocasiones no se comprende que los daños ambientales pueden ocasionar mucho más que la pérdida de una especie o la contaminación de un sitio específico. Dado que los elementos que componen a un ecosistema están interconectados entre sí, así como con otros ecosistemas, el daño ambiental muchas veces se disemina en los diferentes niveles y componentes de uno o más sistemas, aunque no resulte evidente para nosotros, de ahí la importancia de entender y valorar su funcionamiento.

   Los servicios ambientales son los diversos beneficios que las personas obtenemos del entorno natural. Algunos nos resultan más obvios que otros, como la provisión de agua y aire limpios, o de alimentos sanos, pues son los principales requerimientos para vivir.

   Ahora bien, existen otros servicios igual de importantes, como la protección contra la erosión, los huracanes, el control de plagas o la recreación. Sin duda, existe una estrecha relación entre la calidad de los servicios ambientales y la calidad de vida de las poblaciones humanas.

   El concepto de servicios ambientales o ecosistémicos es antropocéntrico, es decir, está basado en las necesidades humanas, en buena medida se originó con el fin de aumentar el interés del público y de los gobernantes en la conservación de la biodiversidad, de acuerdo con algunos de sus principales impulsores, como Walt Westman, Paul R. Ehrlich y Rudolf de Groot.

   La idea se comienza a construir en el ámbito académico en la década de los 70´s del siglo pasado, con el fin de medir las funciones de los ecosistemas desde una perspectiva de “servicios” para la humanidad. En la década de los años 90’s se desarrolló además el interés en los métodos  que permiten estimar el valor económico de estos servicios.

   A principios del nuevo siglo, la ONU coordinó la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, esta es una síntesis internacional del estado de los ecosistemas de la Tierra, que busca dar bases científicas sobre las consecuencias de los cambios en los ecosistemas provocados por las actividades humanas, ese trabajo está dirigido, especialemente, a las y los tomadores de decisiones.

   Este estudio contribuyó a instalar la idea de los servicios ecosistémicos en la agenda política y científica a nivel mundial.

   Los servicios ambientales fueron agrupados en 4 servicios: de soporte, de provisión, de regulación y servicios culturales.

   Los servicios de soporte son los básicos, aquellos que mantienen los procesos de los ecosistemas y que permiten, a su vez, la provisión de todos los demás, como el mantenimiento de la biodiversidad, el ciclo del agua, los ciclos de los nutrientes y la producción primaria, es decir, la producción de biomasa que realizan los organismos fotosínteticos como plantas y algas.

   Los de provisión son recursos tangibles y finitos, como los productos de madera ó la producción de comida. Por dar un ejemplo, la FAO, en un estudio del 2010,señala que el 53 % de las pesquerías están explotadas a su máxima capacidad, y que el 32% están sobreexplotadas  o agotadas,. Según dicho organismo, al menos 12% de la población mundial, depende de la pesca y la acuicultura para su subsistencia.

   Los servicios de regulación mantienen las condiciones del ambiente, como el clima, a al que, por ejemplo, contribuyen de manera muy relevante los océanos, también podemos mencionar el control de la erosión o de las inundaciones, para los que son fundamentales los bosques, selvas y manglares, entre otros.

   Finalmente, los servicios culturales dependen del contexto socio-cultural y son producto de percepciones individuales o colectivas, como la belleza de un paisaje, o el árbol más frondoso de la plaza de un pueblo.

   En la actualidad el concepto servicios ecosistémicos tiene mayor influencia en la toma de decisiones de algunos gobiernos y forma parte de las reivindicaciones de algunas comunidades, en especial campesinas e indígenas, que buscan el reconocimiento de sus acciones y saberes en el mantenimiento del patrimonio natural de la humanidad.

   Estos servicios pueden ser valorados de forma económica para comprender y estimar los beneficios que ofrecen. Esta valoración se ha planteado como una estrategia viable para promover la conservación, pues resulta una forma práctica de presentar el costo del daño ambiental ante políticos y tomadores de decisiones.

   Por ejemplo, se calcula que los daños ambientales le cuestan a México el equivalente al 6.3% de su Producto Interno Bruto (PIB), de acuerdo con datos del INEGI de este año. Mientras que el ingreso generado por la Agricultura, ganadería, aprovechamiento forestal, pesca y caza aportó sólo el 3% del PIB. Digamos, nos sale mas caro, casi el doble, remediar que producir…

   Por otro lado, autores como Joan Martínez Alier, William Rees y Morgan Robertson, nos advierten que enmarcar a los ecosistemas y las preocupaciones ambientales en una visión utilitarista y en estrategias de mercado está contribuyendo a modificar la forma en que los seres humanos perciben y se relacionan con la naturaleza, lo que a la larga puede ser contraproducente para los fines de la conservación.

   Ciertamente el tema es muy extenso y polémico, así que iremos comentando algunos ejemplos durante las próximas semanas.

*Editorial ambiental de Mireya Ímaz en el programa Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del 2 de diciembre.